miércoles, 20 de febrero de 2013

EL ARTE DE LA CONVERSACIÓN

Quizás los argumentos y el contenido de la presente nota, tendríamos que ubicarlos en el rubro de las RELACIONES PÚBLICAS, una actividad que establece claramente y sin lugar a duda, los alcances y el provecho que todos podemos extraer a través de la amistad y la simpatía.

Diariamente intercambiamos con otras personas, ya sea mediante una conversación simple, amena, constructiva, o por el contrario, polemizando con firmeza frente a otras formas de pensar. En todos los casos nos debe interesar prioritariamente dejar una buena imagen en nuestro ocasional interlocutor, y hacer posible un vínculo de agradable convivencia, y para lograr tal propósito, no deberíamos olvidar algunas indicaciones que la experiencia de los años vividos nos ha enseñado.

En un diálogo correcto y positivo no tendría que estar ausente una auténtica sinceridad, es decir, la fidelidad a los hechos que se relatan, procurando ser breves, y exponer correctamente las propias opiniones, aceptando como corresponde las razones ajenas. Por otra parte para que una conversación sea una modalidad agradable, debe existir un absoluto respeto hacia el eventual interlocutor.

En esos encuentros no debe existir el menor indicio de vanidad o soberbia pero sí, utilizando una adecuada humildad, y con el convencimiento de las propias limitaciones, creando de esas manara un clima de mutua simpatía y comprensión.

La buena charla construye; es una verdad incontrovertible, pero también no podemos negar que existen quienes no lo practican, o tal vez lo hacen mal; cuando hablan, es solamente para escucharse, no para oír a los demás, y sin brindar verdadera y cortes atención a lo que en esos momentos se dice o se comenta. Tampoco se hace el necesario silencio para permitir a quién inició un determinado tema pueda desarrollarlo con normalidad. Se promueve así, el desacuerdo es total, produciendo incómodos e inútiles enfrentamientos, con los cuales sólo se consiguen resultados negativos… Recordemos siempre; la conversación es un arte que todos podemos ejercer exitosamente.

ISABELINO ESPINOSA

domingo, 3 de febrero de 2013

DE LA ÉPOCA GARDELIANA: JULIO DE CARO, Brillante exponente del tango argentino



El tango, desde fines del siglo XIX y principios del siguiente, fue la melodía, que caracterizó a los suburbios porteños. Zonas marginales donde habitaba la gente “orillera”, con una población donde abundaban ciudadanos “fuera de la ley”. Esos barrios no eran bien vistos por las clases “altas” de la ciudad capitalina.

El ritmo tanguero con el correr del tiempo, fue adquiriendo una jerarquía excepcional, debido a la concreción de los anhelos progresistas de músicos y compositores, que poseían un singular temperamento de interpretación y creatividad.

Entre los encumbrados ejecutantes que aportaron lo suyo en ese sentido, figura la importante labor realizada por ese estupendo artista llamado: Julio De Caro, sin duda alguna, un nombre predestinado a la consagración, el permanente éxito.

Pasadas las dos primera décadas del siglo XX, puntualmente el año 1924, Julio De Caro reunió en una orquesta a un núcleo destacado de músicos, con el objeto de elevar el querido “gotán” a la categoría musical más expresiva. Esa formación estaba integrada de la siguiente manera: Pedro Mafia y Luis Petrucelli (bandoneones), Emilio De Caro (segundo violín), Francisco de Caro (piano) y Leopoldo Thompson (contrabajo), luego Enrique Kraus. Con posterioridad, al desvincularse Luis Petrucelli, Pedro Laurenz ocupó su lugar, donde logró lucirse ampliamente en cada actuación.

Indudablemente, la escuela “decareana” creó una forma muy particular y relevante de interpretar con una orquesta, el hermoso ritmo de que nos identifica plenamente en todas partes del mundo, constituyéndose en un magnífico embajador musical y por cuyo intermedio, muchas veces, éramos ubicados en el extranjero.

El citado conjunto de auténticos maestros, liderados por el magistral y talentoso intérprete del violín, don Julio De Caro, grabó gran cantidad de temas memorables para galardonar con sus melodías, las páginas de la verdadera historia del tango argentino, y así quedaron registradas para siempre en el disco, estas bellas expresiones de nuestra música ciudadana: “Ivette”, de Pascual Contursi y Costa-Roca, (9/6/1926). “¡Qué noche!” de Agustín Bardi (9/12/1926). “La Casita está triste” de Luis Bernstein y José De Grandis (28/12/1926). “Quejas de Bandoneón” de Juan de Dios Filiberto (9/3/1927). “T.B.C.” de Edgardo Donato, V. Soliño y R. Fontaina (28/12/1927), entre otros. Estas grabaciones son un valioso patrimonio de coleccionistas.

En 1928, el sexteto siempre dirigido por su primer violín Julio De Caro, tuvo algunos cambios en su integración. En ese año la orquesta estaba así compuesta: Emilio De Caro (segundo violín), Pedro Laurenz (primer bandoneón), Armando Blasco (bandoneón), Francisco De Caro (piano) y Vicente Siciarreta (bajo). Grabaron en esa temporada, entre otros, estos temas: “Berretín” de Enrique Cadícamo y Pedro Laurenz, (28/2/1928), “Vayan saliendo” de Víctor Pedro Donato (30/4/1928), “Mundo Argentino” de Julio De Caro (13/6/1928), “Acordate Gil” de A. Bacciale (10/8/1928), “Olimpia de Julio De Caro (27/10/1928). Se cumplía un ciclo trascendente irrepetible.

En apretada síntesis, hemos dado a conoce parte de los importantes desempeños de un músico y director famosísimo, Julio De Caro, un auténtico pionero del tango, esa incomparable melodía porteña que paseó en triunfo por los lugares más apartados del mundo y por su origen en muchas ocasiones conocieron que nació en un país llamado Argentina. Debido a la fecha de nacimiento de este gran compositor y de otro ídolo como Carlos Gardel, el “Día Nacional del Tango” es celebrado el 11 de diciembre de cada año. Sin dudas, un emotivo y justiciero homenaje a ambos artistas por su gloriosa trayectoria dentro de nuestra música ciudadana…

ISABELINO ESPINOSA