martes, 26 de octubre de 2010

Tragedia y Misterio en el Castillo (VI)

Durante el mes de mayo se celebró aquí el año del Centenario, una muy emotiva recordación de los albores de nuestra patria. En la Capital porteña hubo festejos y hasta en los barrios muchos edificios aparecían abanderados (en Villa del Parque el elegante castillo ostentaba sus mejores galas). En ese tiempo llegó a Buenos Aires la Infanta Isabel de Borbón, perteneciente a la Corona de España, hermana del Rey don Alfonso XIII. Además estuvieron presentes comitivas de diversas naciones; de Chile con su presidente Pedro Montt, el vicepresidente de Perú Eugenio Larrabure, el canciller paraguayo Adolfo Riquelme, la delegación alemana presidida por el conde Colmar von der Goltz, Japón envió a Eki Mocki de la familia imperial, y los Estados Unidos con la representación del general Leonard Wood.

El 25 de mayo desfilaron veinte mil hombres de nuestra Fuerzas Armadas, y también de las de algunos Estados extranjeros. El presidente argentino Dr. José Figueroa Alcorta recibió a los visitantes en la Casa de Gobierno, y luego en el edificio del Congreso Nacional. Frente a este colosal palacio la hermosa plaza creada por el Intendente Municipal don Manuel Güiraldes (padre del que fuera luego el autor de la obra "Don Segundo Sombra"). Los venerados visitantes asistieron al Teatro Colón donde se ofreció la ópera "Rigoletto", luciéndose el famoso tenor italiano Titta Ruffo con su magnífica voz. También conocieron el esplendor de la bella calle Florida y sus importantes comercios de gran renombre, incluído el moderno "Plaza Hotel". Admiraron la categoría de los teatros y cafés de la españolísima Avenida de Mayo, la primera de nuestra ciudad Capital inaugurada en 1894 y donde se destacaban tres grandes hoteles de Buenos Aires; el "Motropole" (esquina Salta), el "Splendid" (Lima) y el "Magestic" (Santiago del Estero). Todo lo cual jerarquizaba el prestigio que ya poseía nuestra querida urbe porteña, elogiada en todas las zona de nuestro planeta.

Meses más tarde arribó a la Argentina (septiembre), Guillermo Marconi renombrado físico italiano nacido en 1874, galardonado con el "premio Nobel", inventor de la telegrafía sin hilos. Además se recibieron visitas de otras destacadas personalidades de jerarquía mundial. No podemos dejar de mencionar a los humildes inmigrantes que llegaban en grandes contingentes, en busca de mejores condiciones de vida que el viejo continente europeo les negaba.

Con mucha fe, ilusión y deseos de paz y trabajo desembarcaron: italianos, españoles, yugoslavos, polacos, turcos, rusos, griegos y hasta de regiones asiáticas y africanas; chinos, japoneses, filipinos, marroquíes, senegaleses. Todos ellos elegían a la Argentina que comenzaba a ser la más importante nación de América del Sur. Los viajeros que venían desde las más alejadas partes del mundo, se asombraban de las dimensiones de nuestra Capital, con sus 200 kilómetros cuadrados.

En el centro y en la parte norte se advertían los edificios públicos, mientras que en la zona sur se hacían presentes los coquetos palacios familiares, en tanto que en el oeste se creaban nuevos barrios cada vez más numerosos y extensos. Villa del Parque, Santa Rita y Villa Devoto valen como ejemplo, ocuparon tierras que habían sido quintas de pioneros como lo fueron: Bergallo, Vicente Zabala, Pedro Pastorini y Venancio Reyes entre otros.

El puerto de Buenos Aires tenía cuatro diques y dos dársenas construcciones que demandaron once años de labor, desde 1886 hasta 1897. En ese próspero 1910 desde allí y del Dock Sur (habilitado en 1895), una apreciable cantidad de buques de ultramar descargaban productos, cargando luego toneladas de trigo, maíz, lino y avena, para transportarlos a países de otras latitudes, confirmando una vez más que la Argentina siempre ha sido "el granero del mundo".

Durante ese año de celebración del Centenario de la Revolución de Mayo, comenzó a funcionar el poder Judicial en el Palacio de los Tribunales, se colocaron las piedras fundamentales de los monumentos de Cristóbal Colón, descubridor de América, y el de los Españoles, donación de las colectividades itálicas e hispana, respectivamente, las dos inmigraciones más numerosas que ingresaron en determinada época a nuestro país, donde fueron recibidos sin condiciones previas, y ellos iniciaron con su esfuerzo y buena voluntad una etapa de auténtico crecimiento y progreso.

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