martes, 28 de junio de 2011

TOMASITO (II)

por “El Zorzal” (ISABELINO ESPINOSA)

En la etapa de su adolescencia, continuó su carrera ascendente en ese deporte que había elegido. Jugaba con gran aceptación en una conocida entidad del barrio porteño de Villa del Parque, donde residía. Todos coincidían en afirmar, que podría ya ingresar a un club afiliado y una vez, el destino le presentó esa instancia tan deseada; mientras integraba su equipo en un partido que se realizaba en uno de los “potreros” de la zona, fue visto por un representante de una popular institución capitalina, que lo convenció para ingresar al plantel de la misma, en sus divisiones inferiores. Allí jugó muy bien durante dos temporadas, evidenciando llamativos progresos, veloz, hábil y oportunista a quien no se podía descuidar nunca, sin duda alguna, aparecía como una promesa de jugador de relieves poco comunes, con un porvenir, brillante y promisorio.

Se había afianzado en el puesto de centro delantero, y ya actuaba en la cuarta división con excelentes perspectivas. Fue siempre un humilde muchacho, sin vanidad ni soberbia, amable y buen compañero, por tal causa todos les deseaban una exitosa trayectoria como jugador profesional si alguna vez tenía esa posibilidad.

Una tarde, cuando estaba efectuando una sesión de entrenamiento, apareció un señor con aspecto de directivo que solicitó su presencia. Tomasito acudió al llamado y el hombre sin muchos preámbulos le dijo: “En el próximo partido jugará en la primera, ya lo hemos decidido” y antes que el pibe pudiera decir algo, prosiguió: “No desaproveches la oportunidad, es muy posible que por tus condiciones, pronto serás el titular, esa es nuestra opinión”.

El joven futbolista se encontraba bastante turbado por lo que acababa de oír, y no atinó una respuesta adecuada.

Quería confesar que no se animaba a tal responsabilidad, que tenía miedo a afrontar esta situación, y otras expresiones que no pudo dar a conocer a esa persona porque las palabras se negaban a ser pronunciadas. Sintió en su rostro la palmada cariñosa del dirigente de su club, que volvió a repetir sus manifestaciones anteriores de aliento y total confianza, luego el hombre se retiró del campo de juego, seguramente, con la certeza de haber logrado sus propósitos.

Seguidamente, el muchacho se dirigió a los vestuarios. Allí se sentó, y por unos instantes quedó inmóvil, con gesto de preocupación e incertidumbre.

A pesar de haber esperado siempre una ocasión que ahora se le presentaba, en esa circunstancia no la consideró realmente oportuna ni provechosa. El mismo no lo entendía… ¿por qué esas dudas? ¿acaso no se sentía seguro de sus condiciones?

(Continuará)

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