miércoles, 15 de junio de 2011

Tragedia y Misterio en el Castillo (XVIII)

Algunas Reflexiones

Con referencia a los hechos comentados en las páginas anteriores relacionados con aspectos de muy vieja data del monumental edificio, podemos informar al respecto que la totalidad de los datos e informaciones aportadas, son producto de relatos efectuados por quienes tuvieron el privilegio de estar presentes en aquellas pretéritas etapas de nuestro barrio.

Esa importante información llega hoy a través de viejos manuscritos y también de antiguos vecinos que brindaron su palabra autorizada a sus descendientes, para que el olvido no pudiese borrar las huellas del ayer y para que los auténticos protagonistas de la historia parquense, permanezcan por siempre en los recuerdos de todos sus pobladores. No somos soberbios ni vanidosos en creernos dueños de la verdad absoluta, nadie jamás puede jactarse tratándose de narraciones y fidedignas noticias. Realmente una absurda e irrisoria utopía. El más experimentado y completo historiador de cualquier época, si no ha vivido el momento del cual se ocupa, es muy posible que cometa indeseables errores en citas, fechas, y algún otro acontecimiento específico, que bien sabemos, son generalmente "herencias" de antepasados quienes contaron o escribieron sobre determinados temas y aunque, sin ninguna duda, lo hayan encarado con justeza y total honestidad.

Tal el caso de quien suscribe esta serie de notas en “Su Revista” y “Villa del Parque.com”. Sus primeros informantes han sido en primer término sus progenitores, su padrino don Daniel García y los antiguos vecinos de Villa del Parque; Aquilino Colombo, José Caggiano, Manuel Blanco y Gregorio Canibe. En cierta ocasión el destino determinó que se sumara a las aludidas personas la señora Rosario Velasco, que sin proponérselo e impensadamente llegó para alojarse precisamente en el domicilio de quienes tuvieron alguna vez, relación directa con la atrapante historia del palacio parquense. Un cúmulo de casualidades que ayudaron evidentemente a armar el rompecabezas de una leyenda que será para siempre un auténtico referente de nuestro barrio. La señora Rosario aportó sus propias experiencias, sus valiosos testimonios, colaborando eficazmente con sus narraciones aclaratorias de episodios que pudieron presentarse confusos o no ajustarse a la realidad plena. Esta señora merece ser recordada con mucho afecto y emoción. Las presentes reflexiones tienen un motivo puntual y directo, dirigidas específicamente a quiénes en algún momento (vaya uno a saber con que intenciones), catalogaron de espúrio nuestro trabajo de investigación. Lo hicieron siempre con total eufemismo disfrazando sus críticas con forzado decoro y suavidad extrema. No se le puede objetar a nadie el derecho a disentir, eso es bien cierto, pero tal actitud no debe estar manchada con especulaciones de enfermizo origen, como lo son la envidia, el odio y la soberbia. Con semejantes atributos negativos nunca se llega a buen puerto. Humildemente sugerimos aunar esfuerzos en la búsqueda de nuevas evidencias, intercambiar opiniones, corregir errores si los hubiere, escuchar a los que más saben, etc. etc.

Así, de esa forma, los historiadores mancomunados en una misma tarea, sin recelos ni apetencias personales de protagonismo, llegarían al logro del anhelo común, saber cada día más y mejor sobre los intrincados misterios que preocuparon por largos años a toda la población parquense y que aún no han sido aclarados debidamente, como tampoco lo fue la verdadera fecha en la cual se instalaron en el barrio los primeros vecinos. Más allá de las innumerables versiones sobre la compra del predio y el año de la construcción de la esbelta estructura de la calle Campana, que han sido siempre materia de discusión y desacuerdos, consenso y disentimientos.

Una búsqueda con escaso éxito

Pacientemente, en distintas oportunidades, en nuestra cotidiana tarea investigativa tratamos vanamente de conseguir información periodística acerca de lo ocurrido en aquel fatídico domingo 2 de abril de 1911. Para tal fin fueron consultados lo importantes y completos archivos que poseen los más prestigiosos diarios capitalinos de aquellos tiempos, y además en las grandes bibliotecas populares de Buenos Aires, agregándose otras también muy valiosas de patrimonio particular y privado.

A pesar de la intensa y prolongada búsqueda no fue posible encontrar notas de lo sucedido en la nombrada fecha.

Por consiguiente, hay que ajustarse a los dichos que provienen de venerados ancestros. Ellos dijeron en muchas ocasiones que el padre de la joven accidentada, prohibió terminantemente la publicación total o parcial de la catástrofe. Amistades de renombre y poderosos personajes de la época contribuyeron grandemente en su petición. De tal modo, todo intento por obtener noticias reales fue canalizado por narraciones y trascendidos de quienes con probada honorabilidad, decoro y deseos de colaboración, dejaron para la posteridad la confesión de los más ocultos secretos e informes que la historia pudo haber tenido en cuenta o no. En nuestro caso aceptamos a esa fuente de datos, pues la consideramos totalmente honrada y por lo tanto confiable. El libre albedrío que disfruta cada historiador hará que se oponga o dé su consentimiento a toda la información recibida.

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