martes, 16 de octubre de 2012

TRÁGICA MUERTE DE UN ARQUERO

Ocurrió hace muchos años en Gran Bretaña durante la temporada de 1931, cuando se disputaba el torneo mayor de la Liga profesional, inglesa. Fue un hecho insólito, terrible, penoso, que tuvo en su momento gran repercusión, especialmente en el ambiente del deporte.

Evidentemente, el puesto de arquero es uno de los más difíciles de un equipo de fútbol. Deberá poseer una muy buen avista, agilidad felina, perfectos reflejos y fundamentalmente una inobjetable capacidad de reacción, y suficiente coraje para enfrentar a los delanteros adversarios en defensa de su arco, y de esa forma evitar su caída.

El héroe de esta triste historia se llamaba John Thomson. Era uno de los mejores guradavallas de Europa. Sereno, altivo en el arco, seguro en todas sus intervenciones, figura de atracción en todos los partidos, cosechaba abundantes aplausos y parecía invencible. Su enorme capacidad era la preocupación constante de los equipos rivales. En cierta ocasión se enfrentaban dos poderosos conjuntos de Escocia: “El Celtic”, donde él actuaba, y el “Glasgow Rangers”. El equipo de John Thomson era dominado totalmente por su contrincante. Cada avance daba la sensación del gol inminente, pero ese formidable arquero era una verdadera muralla de contención debajo de los tres palos, y su atajadas parecían cada vez más espectaculares. De pronto apareció un delantero del Glasgow Rangers de notable fortaleza física y gran velocidad. Raudamente y en posesión de la pelota ingresó al “área chica” del Celtic, cuyos defensores no lograron controlarlo, y prácticamente tenía el tanto asegurado, pero aún faltaba un último y difícil, escollo: el arquero John Thomson, que con un exacto sentido de la distancia salió apresuradamente de la valla, y valientemente se arrojó a los pies del jugador rival al momento que éste pateaba con suma violencia para conseguir el ansiado gol.

El golpe que recibió el arquero en la cabeza fue tremendo. Obtuvo el control de la pelota evitando la conquista adversaria, pero quedó inmóvil en el piso. Inmediatamente un médico entró al campo de juego, y comprobó que John Thomson había fallecido a raíz del fuerte impacto recibido en el cráneo.

El público que colmaba las tribunas del estadio enmudeció de pena, y nadie podía creer lo que había pasado. Era la primera vez en el fútbol mundial, una tragedia semejante, también fue la última, pues nunca más se presentó un hecho de tal naturaleza.

ISABELINO ESPINOSA