lunes, 30 de mayo de 2011

mención

viernes, 27 de mayo de 2011

Tragedia y Misterio en el Castillo (XVII)

EL PALACIO EMBRUJADO

Con relación al último tramo de la parte XV de esta historia, cabe expresar que después de la conocida tragedia ocurrida sobre las vías ferroviarias de Villa del Parque y aproximadamente al cumplirse el primer aniversario de tan triste acontecimiento, comenzaron a comprobarse situaciones al margen de la normalidad: puertas y ventanas que se abrían y cerraban misteriosamente, caídas al suelo de floreros, frascos y elementos de la vajilla diaria, golpes en el piso en habitaciones totalmente vacías, imágenes de personas que traspasaban las paredes, ruidos extraños de origen desconocido, etc. Se efectuaron en distintas épocas varias investigaciones mediante la parapsicología, ciencia que estudia los fenómenos paranormales, aquellos considerados como manifestaciones sobrenaturales.

Una extrema curiosidad alteraba a todo el vecindario. También se acudió a otra corriente científica, el espiritismo, debido a que se pensó en determinado momento la utilidad de esa doctrina para comprender e ilustrar sobre los hechos raros y confusos que sucedían dentro del “Castillo de los Fantasmas” y sus alrededores.

En páginas anteriores se informa que alguien fue consultado para tal fin. Se ocupó del problema y dio luego una explicación creíble o no, pero de todos modos atendible y respetada: el “médium” señor D’Ángelo. En esas declaraciones decía puntualmente: “Todo humano posee un ser material donde se aloja su alma hasta el fin de su vida, luego abandona ese cuerpo y se transforma en una especie de envoltura etérea, invisible, que en ciertas ocasiones puede llegar a ser visible para nosotros, y además, advertir su presencia a través de la vista, el tacto y el oído. Los espíritus son distintos en cuanto a la moralidad, el poder y la inteligencia. Los hay de una clase superior por su perfección, amor al bien, pureza de sentimientos, y un claro acercamiento a Dios.

Otras, en cambio, aparecen en un plano inferior donde priorizan el orgullo, la envidia, la soberbia, complaciéndose en causar situaciones maléficas y malvadas a quienes aún pertenecen al mundo terrenal. Se los denomina duendes o espíritus impuros, capaces de entorpecer y causar desazón en el ánimo de cualquier encarnado. En esa equivocación que cometen se incluye también la producción de miedos y sobresaltos con el solo propósito de crear contratiempos, terror, discordia e infortunio, atrapados por mezquinas pasiones”.

Las afirmaciones del señor D’Ángelo continuaron así: “Es muy probable que los fenómenos paranormales observados en el palacio de la calle Campana hayan sido producto de la intervención de espíritus imperfectos, errantes, que aún no habían alcanzado la elevación y la pureza de las clases superiores”.

Quizás los mismos que impidieron de alguna manera el relato de la leyenda, que algunos periodistas intentaron iniciar durante las primeras décadas del pasado siglo XX, y que hoy (a pesar de la aparición de varias dificultades) se ha logrado finalmente su total narración.

UN EXTRAÑO Y CURIOSO EPISODIO

Año 1928 y el último mes lectivo de la escuela primaria “Caras y Caretas” situada en la calle Bahía Blanca 2246 cerca de una importante arteria; Jonte. Aproximadamente treinta alumnos asistían al curso de Tercer Grado. Eran chicos pertenecientes a los barrios de Monte Castro y Villa del Parque, debido a su proximidad con ese instituto de enseñanza. Todos integrantes de laboriosas familias de la zona y de modesta condición social, cuya máxima preocupación era la correcta educación de sus hijos.

Por su esmerada dedicación al estudio y el buen comportamiento durante todo ese año la maestra los premiaba con un viaje al interesante “Museo Histórico Nacional” y al “Parque Lezama”. Después de una hermosa clase sobre historia argentina la docente, Silvia Gold, hizo el anuncio. Los pequeños estudiantes recibieron con mucha alegría la feliz noticia. Llegó por fin el día indicado y en horas de la mañana de una excepcional jornada de primavera, estacionó frente a la escuela un amplio vehículo denominado en esa época “bañadera”, donde se instalaron cómodamente la totalidad de los niños que realizarían el paseo. El bullicio infantil, la sana alegría y la auténtica felicidad cubrían todo el ámbito del colegio y sus adyacencias. Nada hacía presumir alguna anormalidad o inconveniente, pues todo se desarrollaba de acuerdo a lo previsto.

Ya próximos a partir la algarabía reinaba dentro de aquel inquieto conjunto escolar. De pronto, algunos familiares de los chicos presentes iniciaron una conversación mencionando al trágico accidento ocurrido en 1911, donde perdieron la vida Lucía y Ángel. Luego de esa referencia, casi instantáneamente en las dependencias interiores de la escuela, el portero y su esposa alejados y ajenos a lo que sucedía frente al edificio, sufrieron una repentina descompensación con fuertes dolores de cabeza y vómitos. Varias personas que se acercaron solidariamente en su ayuda a los pocos instantes padecían de los mismos síntomas. Todo tuvo una duración aproximada de una hora. La oportunidad nula de acudir a los servicios médicos que no existían en la zona en aquellos tiempos quizás agravó la situación.

En definitiva, los chicos perdieron el paseo y la amargura se vio registrada en todos los rostros que no disimulaban su disgusto, frustración y justificada pena. ¿Qué es lo que había pasado?, ¿fue obra de la casualidad?, ¿hay alguna respuesta capaz de disipar dudas?. Lo cierto y real es que fue un extraño y curioso episodio.

martes, 24 de mayo de 2011

TOMASITO (I)

por “El Zorzal” (ISABELINO ESPINOSA)

Villa del Parque es un populoso barrio porteño y como muchos otros, tiene una historia rica en acontecimientos de importante significación, digno de originar un relato. Contaremos uno de ellos; real, emotivo, nostálgico. Ocurrió durante las primeras décadas del siglo XX.

El fútbol ya era pasión en los chicos de entonces, y lo jugaban diariamente a la salida de la escuela, en los inmensos baldío de la zona. Cada cual tenía su club predilecto, y también su ídolo a quién trataba de imitar, con la inocultable ansia de ser algún día como él, con su fama y características…

La presente narración rescata del pasado la figura de un personaje que pudo finalmente concretar el sueño de muchos de aquellos chiquilines, en eso lejanos tiempos de expectativas y añoranzas.

Su nombre era Tomás, pero desde muy pequeño, todos lo llamaban utlizando el diminutivo: “TOMASITO”. Sus padres simpatizaban con el más popular de los deportes: el fútbol. Ellos querían, desde su nacimiento, que su hijo algún día fuese futbolista, un sueño que ambos no ocultaron en ningún momento, y que constantemente daban a conocer a quienes lo quisieran escuchar.

El chico fue creciendo normalmente y con el correr del tiempo, quizá por influencia de sus progenitores, fue haciendo de sus preferencias la posesión de una pelota, desechando por ese motivo costosos e importantes juguetes.

Luego llegó la época de su ingreso al ciclo de estudios primario, y años más tarde Tomasito era por sus condiciones futbolísticas, integrante obligado del equipo representativo de su escuela. A pesar de su corta edad poseía aptitudes que lo destacaban sobre el resto de los alumnos. Hábil con la pelota, y diestro en el manejo de ambas piernas causaba una lógica admiración, constituyéndose en un elemento fundamental dentro del conjunto escolar.

(Continuará)

martes, 17 de mayo de 2011

Tragedia y Misterio en el Castillo (XVI)

Algunas amistades del señor Giordano

Para agregar a la apasionante historia del castillo que atañe a uno de sus principales protagonistas, relataremos ciertos hechos confirmados por quienes tuvieron oportunidad de frecuentar su amistad durante varios años, conociendo su modo de actuar, sus características principales, sus virtudes y defectos y el círculo de amistades que lo rodeaba formando un particular entorno.

A través del tiempo, quienes conocieron a don Rafael Giordano supieron de su natural e innegable nobleza y bondad. Poseedor de un espíritu amplio, sensible y fraternalmente humano. El altruismo, la cooperación, el progreso, traducían su modo de ser. Si bien es cierto que cuando debía enfrentarse a una situación límite, desagradable y conflictiva, se convertía en una especie de volcán en erupción quizás por su carácter impulsivo y desconfiado, que ensombrecía de alguna manera sus demás elogiables hábitos, Sin embargo, por su natural carisma siempre creaba nuevas amistades.

Nunca discriminaba a nadie, pues tuvo grandes amigos entre la gente de condición modesta que lo admiraba incondicionalmente y al mismo tiempo cultivaba el aprecio de personas incluidas en las más altas capas sociales, donde era posible verificar la presencia de artistas, destacadas personalidades en la política, la banca, el periodismo y el deporte.

La innumerable lista podría comenzar con el famosísimo tenor Don Enrico Caruso y el gran director de orquesta Arturo Toscanini, ambos actuaron en nuestro Teatro Colón. Alfredo Lázzari celebrado pintor con quién evocaba frecuentemente la vida de su antepasado Lucas Giordano (1632-1705), Césare Lombroso creador de la criminología. Pero no solo eran sus amigos personajes italianos. El Dr. Alfredo Palacios diputado por el Partido Socialista, Samuel Alberú, director del diario "El Nacional", José Luis Murature periodista y abogado. Isabelino Díaz y Domingo Torterolo jockeys de nuestros hipódromos. Enrique García Velloso, Vicente Martínez Cuitiño y Roberto Cayol, de la Sociedad Argentina de Autores. Futbolistas del plantel del club "Alumni", banqueros, financistas, industriales, entre otros.

Como se puede apreciar leyendo la nómina antedicha, don Rafael fue en su tiempo un hombre adinerado, pero además, muy vinculado a gente importante, muchos de los cuales dueños de cuantiosas fortunas, y algunos de gran nombradía dentro de sus respectivas actividades. Era frecuente verlo junto a sus amistades en reuniones de negocios amables tertulias placenteras en instituciones sociales, congresos de comunidades, espectáculos deportivos, etc. Indudablemente, su personalidad inquieta y vehemente lo impulsaba a estar constantemente en acción. No soportaba el sosiego absoluto, por lo tanto siempre estaba presente en lugares donde podría, si lo deseara, derivar en terceros determinada actividad. Hasta aquí una breve semblanza de don Rafael Giordano.

La señora Vittoria, su hija Lucia y Ángel Lemos

La señora Vittoria D' Olivi fue una mujer muy generosa, altruista, afectuosa y fiel. Con esas características fue siempre la animosa y leal compañera que tuvo a su lado don Rafael Giordano. Supo sobrellevar la más ardua lucha acompañando a su esposo en sus múltiples actividades. Si bien no toleró nunca las humillaciones, minimizó muchas veces las actitudes casi insostenibles de su marido. Consideró siempre que su matrimonio había sido feliz a pesar de algunos inconvenientes sin real importancia. Por eso lo siguió hasta el fin.

Lucia Giordano

Quiénes conocieron a Lucía Giordano coincidieron en afirmar que fue una chica sensacional, de modales encantadores que vivía con plena felicidad y en total armonía con su entorno. En determinado momento entabló una relación dichosa, agradable, casi perfecta con su novio Ángel Lemos. Su existencia se deslizaba con el candor infantil del que marcha ciegamente ante los valores espirituales de su ser amado, y no pensó nunca en los posibles estragos emocionales que le pudo ocasionar. Heredó de sus padres la abnegación y la sincera preocupación por el bien de los demás. Colaboró siempre con entidades de bien público y lo hizo sin ostentación evitando todo tipo de alabanzas. Desafortunadamente, sus sueños no lograron concretarse, la fatalidad truncó todos los deseos de formar un matrimonio bien consolidado, felíz y duradero.

Ángel Lemos

Su carácter se acoplaba magníficamente a los de su novia Lucía. Armonioso, sensible y refinado. Amante de la música y la pintura, pero además, le agradó la ciencia y por ese motivo en cierta oportunidad se inscribió en la facultad de Medicina de nuestra Capital para obtener finalmente el título de farmacéutico. Al mismo tiempo sus estudios de violín le proporcionaron un brillante diploma de fin de curso. También le encantaba la práctica de varios deportes el fútbol en primer lugar que practicaba como aficionado en diversos baldíos de la ciudad. El tenis lo disputaba en el "Buenos Aires Lawn Tennis Club" y en el remo pertenecía a la tripulación del "Buenos Aires Rowing Club". Por algunos años fue asociado del "Touring Club Argentino".

Igual que su novia tenía auspiciosos proyectos para concretar luego de realizado el casamiento. Acudiría a sus ahorros y a la prometida ayuda de sus familiares más cercanos para efectuar un emprendimiento provechoso para sus finanzas. Todo estaba planeado debidamente sin ningún margen de error. Por lo que él cría en el éxito de su idea sin pensar ni remotamente en el fracaso. El destino echó por tierra la totalidad de sus anhelos, de sus esperanzas, de sus ambiciones.