jueves, 6 de enero de 2011
Tragedia y Misterio en el Castillo (XI)
RELATOS DEL CHOFER DEL COCHE NUPCIAL
A este señor, involuntario espectador del accidente ocurrido a poca distancia de donde tenía estacionado su coche, le atribuyeron posteriores declaraciones de las cuales reconoció que en aquellos momentos estaba sentado en su cabina distraídamente, sin prestar mayor atención a lo que sucedía en los alrededores. Un paraje oscuro y monótono sin atractivos para la curiosidad. Recordaba que de pronto al girar la vista hacia el Castillo alcanzó a ver el veloz avance del tren, y creyó haber oído algún grito de terror que no pudo precisar. Tal vez ambos jóvenes habrían expresado de esa manera su espanto, al advertir súbitamente frente a ellos la enorme masa de hierro de la locomotora que terminaría con sus vidas.
Por su parte el maquinista que guiaba la formación ferroviaria llegó a la estación terminal de Retiro en su horario habitual no informando sobre lo ocurrido porque según sus manifestaciones, por la alta velocidad que el tren llevaba y la escasa visibilidad del lugar no vio lo sucedido.
Más allá de los relatos y las especulaciones que se hicieron al respecto, lo verdaderamente cierto, lo indudable, es la acción preponderante de un destino cruel y despiadado que se había cobrado dos víctimas, destruyendo la existencia de una felíz muchacha junto a su joven esposo.
Desafortunadamente, una trama fatal originó el triste e imprevisible accidente causando enorme pena, tremenda amargura a sus allegados y a todos aquellos que lograron conocer de cerca a Lucía y Ángel. Es de lamentar que a raiz de un extraño designio perecieran justamente el mismo día en el cual debían iniciar una afortunadamente senda matrimonial, seguramente con la idea de concretar proyectos alentadores y promisorias ilusiones, al amparo del cariño y el apoyo incondicional de sus respectivas familias.
Conclusión:
Por todo lo relatado hasta aquí, analizando todas las posibilidades presentadas y cotejando eventuales declaraciones de quienes estuvieron cerca de la terrible tragedia, debemos admitir que la versión que afirma que no era un coche tirado por caballos el vehículo nupcial, sino un automóvil, es al parecer la más acertada, la más creíble y por consiguiente la que debe registrar la historia.
DATOS Y NOTICIAS QUE SE PERDIERON EN EL TIEMPO
Es indudable que con el paso de los años la historia va perdiendo poco a poco informaciones de gran utilidad, datos importantes que la posterioridad nunca podrá rescatar. Quizás debido a eso, hubo quienes sin haber vivido en las épocas que debía recoger la leyenda "fabricaron" noticias y argumentos de dudosa veracidad. Otros en cambio que realmente asistieron a determinados acontecimientos y por motivos inexplicables dieron datos falsos y equivocados que distorsionaron la verdad. Tales formas de notificar, especialmente al periodismo que las aceptaba de buena fe, originaron errores informáticos insalvables. Todo lo antedicho se confirma al evocar momentos culminantes de la vida de los habitantes del castillo parquense.
Años más tarde de ocurrido el accidente alguien dijo tener datos sobre el sepelio y la inhumación de las víctimas. Inexacto, esa noticia es incorrecta, extrañamente ignorándose por que razones, nunca se dio a conocer esa información y quienes en algún momento dijeron poseerla no se ajustarán a la realidad. Con referencia a ese tema solo por trascendidos no confirmados, la empresa funeraria a cargo del servicio había sido Lázaro Costa. Tampoco se supo en que necrópolis fueron depositados los restos de ambos jóvenes. Dudas e incógnitas que jamás podrán ser aclaradas debidamente. El tiempo transcurrido borró para siempre las huellas de un pasado, cuyas noticias, informes y testimonios principales hoy tan solo son un recuerdo, una evocación nostálgica reflejadas en las páginas de la historia parquense.
A fines de 1912 el castillo fue puesto en venta pero no hubo ofertas importantes y no se logró realizar la operación. Aquellas tierras que en el siglo XIX don Rafael Giordano había adquirido privadamente a su primitivo dueño don Pedro Pastorini (según antiguas referencias), y donde fue construído el majestuoso edificio, parecían después de la conocida tragedia lugares malditos. Nada funcionó adecuadamente en ese sitio en ninguna época. Una situación rara, no razonable y misteriosa que nunca tuvo una explicación coherente y creíble.
A este señor, involuntario espectador del accidente ocurrido a poca distancia de donde tenía estacionado su coche, le atribuyeron posteriores declaraciones de las cuales reconoció que en aquellos momentos estaba sentado en su cabina distraídamente, sin prestar mayor atención a lo que sucedía en los alrededores. Un paraje oscuro y monótono sin atractivos para la curiosidad. Recordaba que de pronto al girar la vista hacia el Castillo alcanzó a ver el veloz avance del tren, y creyó haber oído algún grito de terror que no pudo precisar. Tal vez ambos jóvenes habrían expresado de esa manera su espanto, al advertir súbitamente frente a ellos la enorme masa de hierro de la locomotora que terminaría con sus vidas.
Por su parte el maquinista que guiaba la formación ferroviaria llegó a la estación terminal de Retiro en su horario habitual no informando sobre lo ocurrido porque según sus manifestaciones, por la alta velocidad que el tren llevaba y la escasa visibilidad del lugar no vio lo sucedido.
Más allá de los relatos y las especulaciones que se hicieron al respecto, lo verdaderamente cierto, lo indudable, es la acción preponderante de un destino cruel y despiadado que se había cobrado dos víctimas, destruyendo la existencia de una felíz muchacha junto a su joven esposo.
Desafortunadamente, una trama fatal originó el triste e imprevisible accidente causando enorme pena, tremenda amargura a sus allegados y a todos aquellos que lograron conocer de cerca a Lucía y Ángel. Es de lamentar que a raiz de un extraño designio perecieran justamente el mismo día en el cual debían iniciar una afortunadamente senda matrimonial, seguramente con la idea de concretar proyectos alentadores y promisorias ilusiones, al amparo del cariño y el apoyo incondicional de sus respectivas familias.
Conclusión:
Por todo lo relatado hasta aquí, analizando todas las posibilidades presentadas y cotejando eventuales declaraciones de quienes estuvieron cerca de la terrible tragedia, debemos admitir que la versión que afirma que no era un coche tirado por caballos el vehículo nupcial, sino un automóvil, es al parecer la más acertada, la más creíble y por consiguiente la que debe registrar la historia.
DATOS Y NOTICIAS QUE SE PERDIERON EN EL TIEMPO
Es indudable que con el paso de los años la historia va perdiendo poco a poco informaciones de gran utilidad, datos importantes que la posterioridad nunca podrá rescatar. Quizás debido a eso, hubo quienes sin haber vivido en las épocas que debía recoger la leyenda "fabricaron" noticias y argumentos de dudosa veracidad. Otros en cambio que realmente asistieron a determinados acontecimientos y por motivos inexplicables dieron datos falsos y equivocados que distorsionaron la verdad. Tales formas de notificar, especialmente al periodismo que las aceptaba de buena fe, originaron errores informáticos insalvables. Todo lo antedicho se confirma al evocar momentos culminantes de la vida de los habitantes del castillo parquense.
Años más tarde de ocurrido el accidente alguien dijo tener datos sobre el sepelio y la inhumación de las víctimas. Inexacto, esa noticia es incorrecta, extrañamente ignorándose por que razones, nunca se dio a conocer esa información y quienes en algún momento dijeron poseerla no se ajustarán a la realidad. Con referencia a ese tema solo por trascendidos no confirmados, la empresa funeraria a cargo del servicio había sido Lázaro Costa. Tampoco se supo en que necrópolis fueron depositados los restos de ambos jóvenes. Dudas e incógnitas que jamás podrán ser aclaradas debidamente. El tiempo transcurrido borró para siempre las huellas de un pasado, cuyas noticias, informes y testimonios principales hoy tan solo son un recuerdo, una evocación nostálgica reflejadas en las páginas de la historia parquense.
A fines de 1912 el castillo fue puesto en venta pero no hubo ofertas importantes y no se logró realizar la operación. Aquellas tierras que en el siglo XIX don Rafael Giordano había adquirido privadamente a su primitivo dueño don Pedro Pastorini (según antiguas referencias), y donde fue construído el majestuoso edificio, parecían después de la conocida tragedia lugares malditos. Nada funcionó adecuadamente en ese sitio en ninguna época. Una situación rara, no razonable y misteriosa que nunca tuvo una explicación coherente y creíble.
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castillo de villa del parque,
villa del parque
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