lunes, 14 de mayo de 2012
antiguos recuerdos parquenses
Mes de marzo de mil novecientos treinta y tantos... El Club Social y Deportivo “KLOCKNER”, ubicado en Marcos Sastre 3628, había organizado un concurso de belleza con el fin de elegir a la chica más hermosa de VILLA DEL PARQUE. La inscripción duró varios días, anotándose un buen número de jóvenes del barrio. Buena aceptación de un evento muy publicado…
Llegó el día esperado de la consagración de la ganadora del certamen, un sábado 10 de abril. Mucha expectativa y entusiasmo en todo el vecindario, por al causa, gran cantidad de público asistió al acto, aplaudiendo fervorosamente al efectuarse el desfile de las participantes. Difícil tarea para el jurado actuante, porque todas las inscriptas eran muy atractivas, y cualquiera de ellas podía llevarse el galardón del triunfo. Un suspenso ya instalado en la concurrencia.
Empero, todas las miradas apuntaban hacia la que poseía el número 19, la que finalmente fue coronada como “MISS VILLA DEL PARQUE”. Alegría, fotos, autógrafos, la señorita seleccionada disfrutaba de su éxito, merecidamente, y por decisión unánime.
Fueron pasando los días, nosotros, los muchachos de la zona, aumentamos de manera notoria nuestra incondicional admiración por ella, convirtiéndose tal sentimiento en indiscutible idolatría. No podíamos resistir la impactante belleza de esa mujer que recibía constantemente expresiones de cariño a través de galantes palabras, expresivas y apasionadas cartas de amor, también mediante canciones y sentimentales poesías, en espera de la deseada iniciación de un romántico idilio. Todos los intentos fueron en vano. Quizás por nuestra inexperiencia, tardamos en advertir ciertas características negativas de la muchacha. Soberbia, orgullosa, antipática; alejaba de mala manera a sus pretendientes con palabras groseras y ofensivas, frenando cualquier deseo de continuar con la ilusión de alcanzar la invitación de la dama.
Desde aquel lejano año habían transcurrido casi cuatro décadas. Era el año 1977 cuando de manera casual, mientras realizaba un trámite bancario, reconocí la presencia de aquella mujer, que por su escultural belleza enardecía de pasión a gran parte de la muchachada parquense. Aún mantenía algunos rasgos faciales que la identificaban. En la mayoría de los casos, a pesar del paso del tiempo, algo queda del pasado juvenil.
Nos reconocimos, evocamos antiguas etapas de nuestro barrio. Por razones obvias no mencionamos ciertos temas de complicados momentos. No obstante estar lúcida y muy coherente en su conversación, su rostro pálido y su voz muy tenue y poco clara, denunciaba eventuales problemas de salud. La arrogancia y el ímpetu de otras épocas habían desaparecido. Constantemente mencionaba su soledad y el deseo de compartir con alguien ese tramo final de su vida. Un triste epílogo para quién no supo valorar en su juventud un verdadero amor, o una amistad sincera, y sólo se empeñó en mostrar su belleza, de efímera existencia, su malsana vanidad, todo lo cuál quedó destruido por el incontenible tránsito de los años…
Llegó el día esperado de la consagración de la ganadora del certamen, un sábado 10 de abril. Mucha expectativa y entusiasmo en todo el vecindario, por al causa, gran cantidad de público asistió al acto, aplaudiendo fervorosamente al efectuarse el desfile de las participantes. Difícil tarea para el jurado actuante, porque todas las inscriptas eran muy atractivas, y cualquiera de ellas podía llevarse el galardón del triunfo. Un suspenso ya instalado en la concurrencia.
Empero, todas las miradas apuntaban hacia la que poseía el número 19, la que finalmente fue coronada como “MISS VILLA DEL PARQUE”. Alegría, fotos, autógrafos, la señorita seleccionada disfrutaba de su éxito, merecidamente, y por decisión unánime.
Fueron pasando los días, nosotros, los muchachos de la zona, aumentamos de manera notoria nuestra incondicional admiración por ella, convirtiéndose tal sentimiento en indiscutible idolatría. No podíamos resistir la impactante belleza de esa mujer que recibía constantemente expresiones de cariño a través de galantes palabras, expresivas y apasionadas cartas de amor, también mediante canciones y sentimentales poesías, en espera de la deseada iniciación de un romántico idilio. Todos los intentos fueron en vano. Quizás por nuestra inexperiencia, tardamos en advertir ciertas características negativas de la muchacha. Soberbia, orgullosa, antipática; alejaba de mala manera a sus pretendientes con palabras groseras y ofensivas, frenando cualquier deseo de continuar con la ilusión de alcanzar la invitación de la dama.
Desde aquel lejano año habían transcurrido casi cuatro décadas. Era el año 1977 cuando de manera casual, mientras realizaba un trámite bancario, reconocí la presencia de aquella mujer, que por su escultural belleza enardecía de pasión a gran parte de la muchachada parquense. Aún mantenía algunos rasgos faciales que la identificaban. En la mayoría de los casos, a pesar del paso del tiempo, algo queda del pasado juvenil.
Nos reconocimos, evocamos antiguas etapas de nuestro barrio. Por razones obvias no mencionamos ciertos temas de complicados momentos. No obstante estar lúcida y muy coherente en su conversación, su rostro pálido y su voz muy tenue y poco clara, denunciaba eventuales problemas de salud. La arrogancia y el ímpetu de otras épocas habían desaparecido. Constantemente mencionaba su soledad y el deseo de compartir con alguien ese tramo final de su vida. Un triste epílogo para quién no supo valorar en su juventud un verdadero amor, o una amistad sincera, y sólo se empeñó en mostrar su belleza, de efímera existencia, su malsana vanidad, todo lo cuál quedó destruido por el incontenible tránsito de los años…
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