lunes, 11 de octubre de 2010
- LA TRAYECTORIA DE UN FRACASO –
En la efímera existencia de un ser humano, es posible advertir un sinnúmero de momentos gratos, donde la felicidad posee un lugar permanente e indestructible, y quiénes logran conseguirla disfrutan de su benevolencia, con éxitos y alegráis constantes, lejos de las penas y el dolor. Se los denominan PRIVILEGIADOS, porque transitan por la vida derrochando esta fortuna tan esquiva y difícil de obtener.
Pero también están “los otros”, los que sufren los embates del infortunio, que a pesar de luchar incansablemente, en busca de la buena ventura, plenos de valor y entusiasmo, pujanza y fe, caen en el precipicio de la intrascendencia y el fracaso.
- UNA ANTIGUA HISTORIA-
Transcurría el mes de enero de 1931, un pibe que iba a cumplir doce años de ddad comenzaba sus estudios de guitarra. Tiempo después, acompañaba con hábiles rasguidos a todo aquel que se animara a emitir correctamente su voz en una canción. Posteriormente, el acompañamiento lo realizaba para sí mismo.
En cierta ocasión le propuso a su padre practicar canto. Su progenitor amigo de José Razzano (el inolvidable compañero de dúo de Gardel), que enseñaba en esa época a pibes que gustaban del canto criollo. Lo anotó en el curso que comenzaba, en el mes de marzo del año siguiente, previamente, hubo, como correspondía una prueba de ingreso que el chico aprobó sin inconvenientes, porque su voz era de una sonoridad aceptable y no desafinaba, aptitudes que todos debían poseer.
Comenzadas las clases, quizás por costumbre del profesor, cada alumno era distinguido a través de su ápodo: “Pancho”, “el rubio”, “Coco”, “Corsinín”, etc. El muchachito a quién nos referimos en este escrito, era conocido por el mote de “Gardelito”, como lo inscribe en la página dos, la revista “EL CANTA CLARO”, del 23 de septiembre de 1932 (Año VIII. N° 415). En el citado año, supervisado por su maestro Razzano ya actuaba por la emisora LS10 Radio América, junto a otros compañeros de aprendizaje. Todos finalizaron su actuación a fines de 1932. “Gardelito” continuó con sus presentaciones en clubes de su barrio, cines y fiestas familiares.
En octubre de 1937, se dirigió hacia los estudios de LS6 Radio Bernotti (luego “del Pueblo”), ubicada en Córdoba, entre Paraná y Uruguay. Allí se entrevistó con don Antonio Caggiano, que intervenía en payadas criollas de contrapunto, frente a los micrófonos de esa radiodifusora. También actuaban en esos años, la “Orquesta Típica de Antonio Sureda” con su cantor Santiago Devín, el folclorista Salvador Frías y la cancionista Zulema Ucelli, entre otros. El locutor, Mario Baroffio (luego actor de reparto en el cine nacional).
Corría el último mes de 1937 y el muchacho logró ensayar, a pedido del Sr. Caggiano, varios temas con los guitarristas de la emisora; Canataro y Pedretti, y después de aprobarse sus interpretaciones cantables, se le facilitó su intervención en determinados programas de esa radio, en variados horarios.
Llegó el año 1938, trascendió que la empresa cinematográfica “Argentina Sono Film” tenía un ambicioso proyecto; evocar en una película al “Zorzal criollo”, don Carlos Gardel: desde sus inicios como cantor, hasta su gloriosa etapa final de sus actuaciones en exitosos filmes, que recorrieron el mundo entero.
En esa época, en la Avenida Callao al 800, tenía instalado un importante instituto de belleza, un famoso maquillador de los artistas que intervenían en películas nacionales. Su nombre: Bruno Boval, que enterado de la existencia de un joven cantor, que podría ser candidato al rol protagónico de la obra proyectada, fue en su busca. Al hallarlo, sorprendido, admitió la veracidad en los dichos de sus informantes. Tanto su voz como su apariencia física, eran adecuadas para los propósitos anunciados, y le propuso ser un aspirante más, en la idea de personificar al “Morocho del Abasto”. Sin dudas, un emprendimiento muy difícil.
A pesar de la negativa del novel cantante, Bruno Boval insistió en sus deseos de convencerlo para que permitiera tomarle fotografías, con prendas gauchescas y con ropa a la usanza del arrabal porteño, con la infaltable guitarra criolla.
En ese tiempo, había dos primerísimas figuras para protagonizar la proyectada película: Hugo del Carril, un estupendo astro de la canción, con una bien ganada fama, por su estampa y su voz varonil, demostrada en las películas que lo consagraron como intérprete y actor: “La Vuelta de Rocha” y “Tres anclados en París”, además una serie de grabaciones discográficas, y celebradas actuaciones de radio. Con tales antecedentes artísticos de hecho era imbatible en la propuesta y candidato absoluto.
En segundo término, aparecía un cantor; Oscar Alonso, que avanzaba hacia el pedestal de los ídolos populares. Quizás algo excedido de peso. Su figura, tal vez, no jugaba a su favor, pero la voz recia y atrayente que poseía, más la manera de frasear una canción, le daban chance para ser el elegido. En 1938 fue protagonista junto a Tito Lusiardo de la película “Pampa y Cielo”.
En tercer lugar, muy lejos de ellos (según sus propias palabras), aparecía el casi desconocido muchachito que cantaba tangos en Radio del Pueblo, pero en opinión de una importante cantidad de oyentes de sus programas, amigos y vecinos de su barrio, la situación era pareja con relación a los ídolos ya nombrados. Así estaban planteadas las cosas, así lo consideraba mucha gente, pero eso no alcanzó…
Finalmente la película “La vida de Carlos Gardel” se filmó con Hugo del Carril como protagonista. Sin dudas, era el mejor, el que más merecía ese lugar, que era indiscutiblemente suyo Lo acompañaron en el filme: Delia Garcés, Miguel Gómez, Bao, Santiago Gómez,Cou, Juana Sujo, Armando de Vicente, Elsa O’Connor y Alberto Terrones, con la dirección de Alberto de Zavalía y música de Mario Maurano (1939).
Mientras tanto, el cantor novicio, que sólo obtuvo un fracaso, hoy, con muchos años encima, siente una profunda pena por no haber alcanzado el éxito, que otros, con magníficas intenciones, le hicieron creer que el triunfo en el arte estaba a su alcance. Sólo le queda el consuelo de algunas fotografías, nada más. Ese muchacho que alguna vez soñó ilusionado con la fama y la gloria, fue un decepcionado personaje. Hoy firma este relato, y es vecino de Villa del Parque…
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