lunes, 27 de diciembre de 2010
Tragedia y Misterio en el Castillo (X)
UN INCREIBLE Y FATAL ACCIDENTE
En esa madruga de otoño en los alrededores del majestuoso castillo la oscuridad era total, y algo lúgubre. En aquellos lejanos tiempos las calles del barrio eran con piso de tierra. Solo algunas de las arterias principales tenían adoquinado y además no poseían iluminación propia. Solamente se advertía cada noche la presencia de algún modesto farol alimentado a querosén, disperso y solitario en diversos lugares de la desolada zona brindando su luz tenue, parpadeante e imperfecta, pero a la vez, romántica, bella y encantadora.
Los primitivos y siempre recordados vecinos parquenses de esa irrepetible época, disfrutaban por las noches de cierta visibilidad durante la plenitud de la luna llena, situación aprovechada por algunos para realizar tareas menores. Pasado ese corto ciclo, transitar por esos sitios en horas nocturnas significaba literalmente hacerlo "con los ojos vendados". En el tiempo de la fiesta de la boda comentada, el satélite de la Tierra iniciaba su cuarto creciente, y por lo tanto, una total oscuridad rodeaba el notable edificio de la familia Giordano.
Transcurrían las primeras horas de la madrugada del día 2 de abril de 1911 cuando la pareja de novios dejó el castillo. Gran cantidad de vecinos ocupaban la calle Campana y sus respectivas veredas, quienes les brindaban expresiones de simpatía y augurios de felicidad y fortuna. En esos momentos se pudo comprobar la ausencia del vehículo que debía trasladar a los recién casados, informándose que los aguardaba del otro lado, muy cerca de lo que hoy es la calle Ricardo Gutiérrez. Curiosamente una actitud llamativa e incomprensible¸ ignorándose quién había ordenado tal cambio (y si alguien lo hizo quizás tendría sus razones). ¿Habrá sido por el agua y el barro acumulados en esa calle a raiz de recientes lluvias?
Lo cierto fue que la pareja se dirigió hacia el sitio previsto, cruzando sobre los rieles del ferrocarril en medio de la oscuridad. Desde las puertas del Castillo se pudo observar a los jóvenes que a pie realizaban el trayecto. Varias veces saludaron con los brazos en alto a quienes los despedían. Esa fue la última imagen que la gente tuvo de Lucía y Ángel, porque segundos después ocurriría lo inimaginable y terrorífico. En esos momentos un tren rápido se desplazaba hacia la estación terminal de Retiro, por una de las vías de aquel solitario y oscuro sendero.
Los novios no advirtieron la imprevista aparición de la locomotora que arrastraba la formación de vagones a tanta velocidad. La luz delantera de las máquinas de esa época era insuficiente; muy débil y pequeña. No se identificaba a cierta distancia, pero el trepidar de esa mole de hierro tampoco fue escuchado por ambos, y entonces el terrible accidente se produjo; fueron embestidos violentamente perdiendo la vida en el acto. Se buscó en aquel entonces una explicación lógica a las posibles causas que originaron la tragedia. Quizás hubo una momentánea distracción de las víctimas debida al cansancio y sueño, después de la agotadora jornada vivida. También pudo ser producto de un fugaz y comprensible fervor amoroso, que por un instante desvió la atención de los dos en ese lugar peligroso y sin una iluminación adecuada.
Años más tarde apareció otra versión distinta con relación a este luctuoso episodio. En ella se decía que Lucía y Ángel partieron desde el castillo en un coche tirado por caballos, dirigiéndose en dirección a las vías férreas. Antiguos vecinos de la zona de ese tiempo, aseguraron que no había allí paso a nivel, y además los rieles ferroviarios estaban en un nivel bastante elevado con relación al de la calle Campana. Si así realmente era la situación. ¿por qué el carruaje ante ese inconveniente cruzó por ese lugar? ¿No hubiese sido más lógico y seguro haberlo hecho por la calle Tinogasta para llegar luego a la calle Cuenca? Por otra parte el cochero que conducía el vehículo ¿tampoco advirtió la presencia del tren?, sabiendo que él debía estar atento a todo lo que sucedía alrededor de su carruaje, más aún en ese sitio oscuro y riesgoso donde también corría peligro su propia vida. Situación confusa y poco clara que siempre fue materia de discusión.
Otro dato para la polémica afirmó en su momento que testigos presenciales del desastre, relataron con total convencimiento, que el transporte que utilizarían los recién casados después de la boda, y al cual nunca llegaron, no era un coche arrastrado por equinos, sino un coqueto automóvil muy bien acondicionado a cargo de un chofer elegantemente uniformado, que los esperaba del otro lado de las vías de a cuerdo a las instrucciones recibidas de los familiares de los contrayentes.
En esa madruga de otoño en los alrededores del majestuoso castillo la oscuridad era total, y algo lúgubre. En aquellos lejanos tiempos las calles del barrio eran con piso de tierra. Solo algunas de las arterias principales tenían adoquinado y además no poseían iluminación propia. Solamente se advertía cada noche la presencia de algún modesto farol alimentado a querosén, disperso y solitario en diversos lugares de la desolada zona brindando su luz tenue, parpadeante e imperfecta, pero a la vez, romántica, bella y encantadora.
Los primitivos y siempre recordados vecinos parquenses de esa irrepetible época, disfrutaban por las noches de cierta visibilidad durante la plenitud de la luna llena, situación aprovechada por algunos para realizar tareas menores. Pasado ese corto ciclo, transitar por esos sitios en horas nocturnas significaba literalmente hacerlo "con los ojos vendados". En el tiempo de la fiesta de la boda comentada, el satélite de la Tierra iniciaba su cuarto creciente, y por lo tanto, una total oscuridad rodeaba el notable edificio de la familia Giordano.
Transcurrían las primeras horas de la madrugada del día 2 de abril de 1911 cuando la pareja de novios dejó el castillo. Gran cantidad de vecinos ocupaban la calle Campana y sus respectivas veredas, quienes les brindaban expresiones de simpatía y augurios de felicidad y fortuna. En esos momentos se pudo comprobar la ausencia del vehículo que debía trasladar a los recién casados, informándose que los aguardaba del otro lado, muy cerca de lo que hoy es la calle Ricardo Gutiérrez. Curiosamente una actitud llamativa e incomprensible¸ ignorándose quién había ordenado tal cambio (y si alguien lo hizo quizás tendría sus razones). ¿Habrá sido por el agua y el barro acumulados en esa calle a raiz de recientes lluvias?
Lo cierto fue que la pareja se dirigió hacia el sitio previsto, cruzando sobre los rieles del ferrocarril en medio de la oscuridad. Desde las puertas del Castillo se pudo observar a los jóvenes que a pie realizaban el trayecto. Varias veces saludaron con los brazos en alto a quienes los despedían. Esa fue la última imagen que la gente tuvo de Lucía y Ángel, porque segundos después ocurriría lo inimaginable y terrorífico. En esos momentos un tren rápido se desplazaba hacia la estación terminal de Retiro, por una de las vías de aquel solitario y oscuro sendero.
Los novios no advirtieron la imprevista aparición de la locomotora que arrastraba la formación de vagones a tanta velocidad. La luz delantera de las máquinas de esa época era insuficiente; muy débil y pequeña. No se identificaba a cierta distancia, pero el trepidar de esa mole de hierro tampoco fue escuchado por ambos, y entonces el terrible accidente se produjo; fueron embestidos violentamente perdiendo la vida en el acto. Se buscó en aquel entonces una explicación lógica a las posibles causas que originaron la tragedia. Quizás hubo una momentánea distracción de las víctimas debida al cansancio y sueño, después de la agotadora jornada vivida. También pudo ser producto de un fugaz y comprensible fervor amoroso, que por un instante desvió la atención de los dos en ese lugar peligroso y sin una iluminación adecuada.
Años más tarde apareció otra versión distinta con relación a este luctuoso episodio. En ella se decía que Lucía y Ángel partieron desde el castillo en un coche tirado por caballos, dirigiéndose en dirección a las vías férreas. Antiguos vecinos de la zona de ese tiempo, aseguraron que no había allí paso a nivel, y además los rieles ferroviarios estaban en un nivel bastante elevado con relación al de la calle Campana. Si así realmente era la situación. ¿por qué el carruaje ante ese inconveniente cruzó por ese lugar? ¿No hubiese sido más lógico y seguro haberlo hecho por la calle Tinogasta para llegar luego a la calle Cuenca? Por otra parte el cochero que conducía el vehículo ¿tampoco advirtió la presencia del tren?, sabiendo que él debía estar atento a todo lo que sucedía alrededor de su carruaje, más aún en ese sitio oscuro y riesgoso donde también corría peligro su propia vida. Situación confusa y poco clara que siempre fue materia de discusión.
Otro dato para la polémica afirmó en su momento que testigos presenciales del desastre, relataron con total convencimiento, que el transporte que utilizarían los recién casados después de la boda, y al cual nunca llegaron, no era un coche arrastrado por equinos, sino un coqueto automóvil muy bien acondicionado a cargo de un chofer elegantemente uniformado, que los esperaba del otro lado de las vías de a cuerdo a las instrucciones recibidas de los familiares de los contrayentes.
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